El amor todo lo puede y todo lo soporta, esta historia es prueba de ello, mis tres hermanos y yo hemos pasado mil cosas juntos y a pesar del tiempo y la distancia nuestra relacion sigue intacta. Cuando pierdo la fé en el mundo y en las personas, pienso en cada uno de ellos y de inmediato recuerdo que vale la pena querer y confiar....



Saturday, February 25, 2012

Quisiera ser más como mi hijo y menos como yo.

Mi hijo Jacob tiene 3 años, pesa 30 libras y tiene la energía de una tormenta eléctrica, no se cansa jamás. Siempre está listo y dispuesto para lo que venga, y lo enfrenta todo con una sonrisa.

Se divierte con poco, crea las aventuras mas increíbles con tan solo su imaginación y es capaz de construir un fuerte o una estación de bomberos con dos cobijas y un par de cajas.
Nada parece preocuparle, se pasa el día regalando besos y abrazos. No le importa el dinero, las cuentas, lo que vaya a comer o como se vista, y cuando su mirada se cruza con la mía, su primera reacción es siempre la misma, sonreír.

No le tiene miedo a nada porque dice ser fuerte como su papá, sabe disfrutar de las cosas más simples de la vida que la vez resultan ser las mas hermosas. El sol, la luna, un árbol, el agua. Mi hijo encuentra fascinante todas las creaciones de Dios.

Yo me paso la vida tratando de enseñarle los valores correctos, disciplinarlo y mostrarle la importancia del respeto y los buenos modales, me esfuerzo porque crea y sirva a Dios con todo su corazón, pero las mejores lecciones de vida las aprendo de el.

Al menos una vez al día, y producto de su inocente espontaneidad me dice lo mucho que me quiere, abraza a su hermanita y me pide que le tome una foto y que luego se la mande a su papá y a su tía. Todo el que lo conoce me dice que Jacob es un niño feliz, que se le nota con sólo verlo, que su sonrisa es contagiosa y hasta tiene poderes curativos.

Yo solía pensar que que mi trabajo como madre era enseñarle cosas buenas, apoyarlo y crearle confianza en si mismo con amor y respeto, pero cada día me convenzo mas de que la vida se vive mejor si somos más como nuestros hijos, si recordamos a esos niños pequeños que una vez fuimos y comenzamos a ver la vida con los colores del arco iris, sin prejuicios ni temores. Tratando de hacer amigos en cualquier parte aprendiendo a valorar hasta el más pequeño detalle y dar gracias por cada día que tenemos el privilegio de vivir.

Mi hijo es mi mejor maestro.